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El sonido estridente del despertador rompe el silencio de la mañana y, mientras me froto los ojos somnolientos, me pregunto cómo me siento hoy. Soy un estudiante de 14 años y, como muchos de mis compañeros, cada día es un desafío emocional. La montaña rusa de la adolescencia ha llegado, y mi estado de ánimo puede cambiar rápidamente como las mareas del océano.
Al levantarme de la cama, siento la carga del agotamiento que se acumula durante las horas de estudio y las actividades extracurriculares. A veces, me enfrento a una sensación abrumadora de ansiedad mientras pienso en las pruebas, los exámenes y las altas expectativas que la sociedad y mis padres han depositado en mí. Me pregunto si seré capaz de cumplir con todo.
En el camino hacia el colegio, mi mente se llena de pensamientos dispersos. ¿Encajaré hoy? ¿Seré aceptado por mis compañeros? La presión de pertenecer a un grupo y la necesidad de ser aceptado a menudo me abruman. A veces, me encuentro luchando por encontrar mi propia identidad en medio de las influencias externas.
Las horas en el aula pueden ser un desafío en sí mismas. A medida que los profesores transmiten conocimientos y esperan que los absorba, mi atención a menudo se desvía hacia mis pensamientos internos. A veces, me siento desmotivado y desconectado de lo que se enseña, como si estuviera atrapado en una rutina de aprendizaje monótona.
El almuerzo en la cafetería puede ser un momento tanto de alivio como de ansiedad. Busco un lugar donde encajar, donde no me sienta juzgado o excluido. Las interacciones sociales pueden ser complicadas y, a veces, me pregunto si realmente me entienden o si estoy siendo auténtico.
Después del estudio, las responsabilidades y las actividades extracurriculares llenan mi agenda. La presión de equilibrar el estudio, las tareas y los compromisos deportivos o artísticos, puede ser abrumadora. A menudo, me pregunto si estoy tomando las decisiones correctas y si estoy dedicando suficiente tiempo a lo que realmente me apasiona.
Al final del día, cuando me acuesto en la cama, reflexiono sobre cómo me he sentido durante esas últimas 24 horas. A veces, estoy satisfecho y orgulloso de mis logros. Otras veces, la tristeza o la frustración se apoderan de mí, haciéndome cuestionar mi valía. La montaña rusa emocional de la adolescencia continúa, y solo puedo esperar que el próximo día traiga consigo una perspectiva más positiva.
Entonces, cuando me preguntas ¿Cómo me siento hoy? , la respuesta puede ser compleja. Soy un estudiante de 14 años en un viaje emocional, tratando de navegar por los desafíos diarios mientras descubro quién soy y dónde encajo en este mundo en constante cambio. Aunque a veces me siento abrumado, también experimento momentos de alegría, amor y esperanza. Hoy, como todos los días, es una oportunidad para crecer, aprender y descubrir mi verdadero yo.
Es normal este sentimiento, cuando te enfrentas a la realidad de la adolescencia y los cambios que vienen con ella. Por esa razón, aquí, en el colegio buscan brindarnos las herramientas y metodologías ideales para promover el autodescubrimiento de cada alumno, ayudándolo a encontrar su voz y talentos. Fomentando el compañerismo, la tolerancia y la empatía.
Actividad de padrinos y ahijados con séptimo y undécimo grado.
Anónimo

Anónimo
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